Personajes


"¡Los personajes! En un día del otoño de 1962, con la ansiedad de un adolescente, fui en busca del rincón en que había "vivido" Madame Bovary. Que un chico busque los lugares en que padeció un personaje de novela es ya asombroso, pero que lo haga un novelista, alguien que sabe hasta qué punto esos seres no han existido sino en el alma de su creador demuestra que el arte es más relevante que la reputada realidad."

Ernesto Sábato.

 

posted by Ainhoa on 7:27 p. m. under

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After Dark


After Dark me ha parecido un libro vacío. Qué decepción. Partiendo de una premisa prometedora, una noche en la que se cruzarán los caminos de varios seres solitarios, lo que recibo en realidad es un montón de nada (si es que la nada se puede amontonar).
La mayoría de los personajes sobran, eso para empezar. Eri y su sueño comatoso, metáfora de sabe Dios qué. La prostituta china y su agresor, ¿a qué viene tanta importancia si luego se acaban perdiendo entre las páginas sin llegar a ningún sitio? Puede que Murakami tan solo nos quisiera mostrar ciertos momentos de la noche, sin importar sus consecuencias, pero si fuera así no era necesario que nos obligara a acompañar al agresor hasta su casa para ser testigos de sus confusas tribulaciones antes de irse a dormir. O no, que el ajetreo de la noche parece que no le va a dejar.
¿Por qué no se centró en Mari y Takahashi? Esos dos personajes, que hacen que la novela brille cada vez que aparecen, se merecían mucho más. Ahí había una historia que se nos ha negado.
A pesar de todo, el buen hacer de Murakami a la hora de crear atmósferas, como la del primer restaurante en el que se encuentran Mari y Takahashi, es evidente. También a la hora de crear personajes, especialmente femeninos. Cuando se es un maestro haciendo algo, se es incluso desganado. Porque sí, eso es lo que me pareció, que Murakami había escrito este libro sin ganas, sin creer demasiado en él.
El narrador adopta el tono de un cronista lejano y pedante que a veces comete el error de introducirse en la cabeza de los personajes. Y es que Murakami no es un escritor muy técnico, pero se le perdona si lo que te cuenta te atrapa y te conmueve. Lamentablemente, este no es el caso.

 

posted by Ainhoa on 12:41 p. m. under ,

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El cementerio alegre




Sapanta es un pequeño pueblo rumano próximo a la frontera con Ucrania que en los últimos años está adquiriendo cierta notoriedad debido a su cementerio. Y eso que en él no hay enterrado ningún Jim Morrison ni ninguna Edith Piaf.
Después de la II Guerra Mundial, el artesano local Stan Ion Patras decidió que el arte funerario necesitaba un poco de alegría y color; que en lugar de lamentar la muerte, había que celebrar la existencia de los que habían dejado de existir. Y sus vecinos estuvieron de acuerdo con él.
El cementerio alegre de Sapanta, el cimiterul vesel, es pequeño. En el centro hay una iglesia que está siendo restaurada y que no podemos visitar. Tampoco nos importa demasiado porque nosotros estamos allí por los muertos, para que nos cuenten su historia.
Las lápidas son de madera y están pintadas de azul. Sobre ellas, talladas, hay inscripciones que hablan, en primera persona, de la vida del difunto, de sus virtudes y sus defectos, que nadie es perfecto, ni siquiera muerto. Algunas también cuentan cómo murieron, como la niña que fue atropellada por un coche al salir de su casa y se pregunta el porqué. Apenas entendemos unas cuantas palabras sueltas pero nos ayudamos de las escenas pintadas sobre la madera.
En ellas vemos al médico, al maestro, al cazador, al lechero, al comunista, a la señora que borda o hace quesos, que cuida de sus hijos, al campesino con su guadaña, a otro con su tractor, al borrachín bailando en el bar y al que imaginamos chulo del pueblo (fallecido no hace mucho) orgulloso de su deportivo rojo. Porque aunque Patras haya muerto, sus discípulos han continuado su obra con el mismo estilo del maestro. Un museo al aire libre en el que la muerte no parece tan triste; ni siquiera tan definitiva.

 

Bucarest







Bucarest se merece un poquito más de atención. Hay que hacerle justicia. Vale que aún tiene la cara sucia y que de vez en cuando se mete el dedo en la nariz, que si te acercas mucho huele como a rancio, pero aún así, creo que de verdad lo está intentando, que se esfuerza por agradar aunque todavía no sepa muy bien cómo hacerlo. Y por eso es ahora cuando deberíamos prestarle un poco más de atención, antes de que se vuelva una ciudad engreída e insolente, como Praga, como Budapest, que se dejan querer por los turistas al tiempo que le dan la espalda a sus habitantes, aquellos que tanto las quisieron aun cuando eran feúchas y estaban despeinadas.
Por el momento Bucarest es tomada como ciudad de partida de la ruta hacia el castillo donde se supone (pero nadie puede afirmar) que habitó Vlad Tepes, el voivoda valaco que inspiró el personaje de Bram Stoker. Qué error más grande. Porque ese castillo es anodino y nada terrorífico y además está lleno de gente mientras que Bucarest permanece sentada en un rincón para no molestar, pero con deseos de ser aceptada entre las chicas bonitas, como una muchacha tímida en un baile. Y para ello se pavimentan calles, se mejora la red de metro, se restauran basílicas y se pintan las fachadas de esos palacetes que hicieron que un día se refirieran a ella como la París del Este. Yo le doy unos cinco años para que comience a estar incluida en esos terribles circuitos que te arrastran de los pelos con tu beneplácito a través de diez ciudades en apenas unos pocos días. Estoy segura de que en cinco años escucharé a la gente cacarear sus virtudes, referirse a su belleza con emoción. ¡Qué bonito! ¡Qué fácil!, exclamaré. Y me enfadaré, y diré que yo estuve allí cuando nadie la quería, recorrí sus calles, infatigable, entre zanjas, baches y un tráfico endemoniado; busqué su belleza y la encontré, ¡claro que la encontré! y además por entonces, diré también, la cerveza era baratísima.

 

posted by Ainhoa on 4:44 p. m. under ,

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