Adolfo Bioy Casares escribió La invención de Morel en 1940 , novela que Jorge Luis Borges calificó de perfecta. Ni más ni menos.
En ella se narra las peripecias de un fugitivo de la justicia que se refugia en una isla desierta por ser el foco de una extraña enfermedad que primero provoca la degradación física del individuo para después matarlo.
Seguro de que allí nadie le buscará, la repentina aparición de unos turistas que parecen disfrutar de una estancia plácida y frívola le sorprende y asusta. Se esfuerza en permanecer escondido y alerta. Tras una detenida observación descubre que los actos de esas personas se repiten cada ocho días, un misterio que a partir de ese momento tratará de resolver.
Me gustaría desvelar un poco más del desarrollo y el final de la novela, pero no lo haré por si os apetece leerla y sobre todo para no estropear el placer de imaginaros tan perdidos como el protagonista, tan perdidos como lo estuve yo antes de que las piezas comenzaran a encajar.
Más allá de la historia de ciencia ficción que Bioy Casares desarrolla en esta novela corta, aquí se habla principalmente del deseo humano de alcanzar la inmortalidad. También habla de la teoría idealista del solipsismo, del mito del eterno retorno de Nietzsche, del Ensayo sobre el Principio de la Población de Malthus, pero sobre todo llama la atención sobre la devoción del ser humano por una tecnología que podría llegar a suplantarnos.
posted by Ainhoa on 4:52 p. m.
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Reseñas
5 comentarios:
Bajé del volcán y paso por aquí apenas para saludarte... Reinicio mi libro abierto... un beso... Pau Llanes
Perfecto espacio.
:)
Se te ha echado de menos, Pau.
Gracias, Saudade, por la extrema generosidad de tus palabras:)
Un saludo a los dos.
Hola bella!
He vuelto al planeta de los felices, pero no tengo tiempo fisico de leer todo lo que quiero, entre otros, los libros que tú nos sugieres tan sugerentemente, valga la rebuznancia. Besos
Esta mañana he pensado en ti, en dónde estarías y cuándo volverías (te echamos de menos en la cena de quintos, ya te contaré); hasta se me ha ocurrido pensar que quizá estabas viviendo alguna emocionante aventura por ahí y habías decidido abandonarnos por una temporada.
Te llamé para tu cumpleaños, pero saltó el buzón de voz, así que, aunque tarde, felicidades.
Hablamos.
Un beso.
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