Escocia es frío y nubes y lluvia. Pero eso ya lo sabía. Escocia es más que Edimburgo, es gente amable y sonriente, a pesar de ese frío, de esas nubes y de esa lluvia. Y es lagos, muchos e inmensos, y castillos y acantilados; y a veces parece que es el mismísimo fin del mundo, aunque siempre habrá una cabina desde la que reclamar lo que uno es capaz de reconocer. Es una granja aquí y otra allá; e iglesias y hermosos cementerios entre montañas. Y cascadas y ciervos que, nerviosos, se cruzan en la carretera; y vacas con flequillo y vacas sin flequillo que te miran impasibles mientras, ellas también, se cruzan en la carretera. Callejones, museos gratuitos, cervecerías, bed & breakfast y curiosas señales que te indican que en ese lugar hay ancianos, y padres con sus niños. Y carteles en inglés y en gaélico, y acentos imposibles. Y pueblecitos costeros donde por fin veo brillar el sol, donde, quizá por ello, sus habitantes exhiben unas sonrisas tan radiantes que parece que nunca habrán de ser alcanzados por el dolor ni mucho menos por la tragedia. Escocia es un lugar donde la taza de café más pequeña tiene un tamaño que asusta casi tanto como los estampados de las moquetas o de las cortinas. El cielo, generoso en matices y elementos; la tierra, verde, amarilla y violeta.
3 comentarios:
Me alegro de que lo hayas pasado bien y de que te haya gustado.
Las fotos son muy bonitas.
Ya me contarás cuando nos veamos (pronto, espero).
MUA.
Por fin he llegado a tu blog! Las fotos, más que bonitas, son impresionantes. Como curiosidad, te diré que yo también he visto Brokeback Mountain recientemente y, durante unos días, no pude dejar de pensar en ella.
Muchas gracias, por el comentario pero, ¿quién eres? ¿Diana? Es que eso de Alhada me despista.
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