Quizá la más querida - Julio Contázar
Nick Drake - Pink Moon
Las palabras
Ahora que ando inmersa en la escritura de una novela me ha dado por pensar mucho en las palabras, sobre todo en la palabra escrita, en su poder. Por ejemplo, después de escribir la anterior entrada de este blog, la dedicada a Dallas, los recuerdos se han vuelto más intensos. Parece que escribiendo soy capaz de acercarme más a la esencia de las cosas, es como vivir dos veces, o una, pero de una forma más intensa. Hay ocasiones en las que hasta que no pongo por escrito mis ideas o convicciones no puedo dibujar sus contornos, y permanecen en mi cabeza con la forma informe de una nebulosa de la que no soy plenamente consciente. Pero no es sólo lo que uno escribe, sino también lo escrito por otros, aquello en lo que te reconoces, aquello que se intuía que estaba dentro de uno, pero que era incapaz de distinguir hasta entonces. Decía Marcel Proust que "todo lector es, cuando lee, el propio lector de sí mismo. La obra del escritor no es más que una especie de instrumento óptico que ofrece al lector para permitirle discernir aquello que, sin ese libro, él no sería capaz de ver de sí mismo". No podría estar más de acuerdo.
posted by Ainhoa on 11:55 a. m. under literatura, Obsesiones, Un poco de todo
Dallas
Jardín de Invierno
Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
Pablo Neruda
El oficio de criticar
Hoy he leído un artículo en el que se cuestionaba la utilidad de los críticos literarios, a quienes se llegaba a emparentar con Mefistófeles, es decir, el mismísimo demonio. Al final, supongo que por aquello de que el maniqueísmo no está muy bien visto, se les perdonaba la vida alegando que gracias a sus valoraciones (las de los críticos) se rompe el acuerdo que parece existir entre el ego del autor y la avaricia del editor (me pregunto dónde quedamos aquellos que escribimos sin ni siquiera tener un editor) o que por su gusto exquisito lleguen a nuestras manos pequeñas joyas literarias que de otra forma quedarían perdidas en el lodazal de los best sellers. Este artículo me ha recordado la conversación que, a raíz de las malas críticas que obtuvo el concierto de Marilyn Manson, mantuvimos Paco y yo. Nosotros también nos preguntamos para qué servían los críticos, especialmente los críticos musicales. Porque la música es algo personal e intransferible, es pura sensación, es elevación, es la creencia en lo abstracto, en la libertad y sí, depende del gusto de cada uno. El gusto, esa cosa tan difícil de acotar (y mira que lo intentan), es la clave de todo esto. Imagino que si a mí me mandan a hacer una crítica de un concierto de Alejandro Sanz no coincidiría con la opinión de sus fans, porque aborrezco a Alejandro Sanz, su voz me produce la misma sensación desagradable que la de una uña arañando una pizarra y encuentro sus letras de una banalidad insultante, pero entiendo que eso es cosa de mi gusto, de mi sensibilidad, y no por eso se va a convertir en una verdad universal. Me viene a la mente aquella escena de "El club de los poetas muertos" en la que el profesor obliga a sus alumnos a arrancar las hojas de un libro en el que se pretendía medir la calidad global de una poesía colocando la perfección del poema en la línea horizontal de un gráfico y su importancia en la vertical. Es como querer atrapar las estrellas y encerrarlas en una urna de cristal. Nadie te puede decir si está bien o mal sentir lo que cada uno siente al escuchar una melodía, una voz o un ritmo, por mucho que lo intenten, porque hubo un tiempo en el que yo creía que me tenían que gustar ciertos artistas o ciertos grupos para encajar, para completarme, para poder hablar. Cuando descubrí que había música que me hacía vibrar de verdad, que me golpeaba el estómago con fuerza, me di cuenta de que hay pocas cosas en esta vida que puedan superar eso, aunque mis artistas favoritos no encabecen listas estúpidas y manipuladas. Como dice el artículo, por fortuna el crítico predica en el desierto, o si no Dan Brown trabajaría de aparcacoches (que por mí podría hacerlo, pero lo dicho, es cuestión de gustos) y Marilyn Manson de cajero en un supermercado (y yo me hubiera quedado sin disfrutar de su concierto).
DECÁLOGO DEL ESCRITOR, por Javier Cercas
Publicado en La Vanguardia, estos diez mandamientos comienzan así:
Primero. Recuerda que la única forma posible de éxito consiste en escribir el mejor libro que puedes escribir, ese libro que antes de terminar de escribir ni siquiera imaginabas que podías llegar a escribir. No busques ninguna otra forma de éxito: que sea ella la que te busque a ti. Si te pilla, no tengas miedo y haz como si no pasara nada.
Segundo. No escribas para tu madre. Ni para tu padre. Ni para tu novia. No escribas para tus amigos. No escribas para tus enemigos (sobre todo no los odies: el odio, lo dijo Michael Corleone, no te permite juzgarlos). Ni se te ocurra escribir para los críticos. Ni para los editores ni para los agentes ni por supuesto para esa abstracción llamada lector, que, como su propio nombre indica, no existe. Ni siquiera escribas para ti mismo. Escribe para un Dios impecablemente omnisciente, que sabe incluso cuándo estás tratando de engañarlo. Y entonces se ríe con una carcajada horripilante.
Tercero. No olvides que escribir una frase consiste en resolver un problema que la siguiente frase vuelve a plantear. Ni que escribir un libro consiste en lo mismo. Desconfía de la facilidad. No intentes ser inteligente ni sabio ni profundo ni gracioso ni divertido (por Dios santo, no intentes ser gracioso ni divertido: que lo sea el libro). Que el libro sea mucho mejor que tú, que no eres más que un pobre hombre, como todo el mundo. Dedícate a otra cosa en cuanto notes que escribes tratando de quedar bien. No olvides que escribir consiste en reescribir, es decir: en averiguar qué es lo que estaba dentro de ti sin que tú lo supieras.
Cuarto. Huye como de la peste de las frases bonitas, de las palabras bonitas, de quienes escriben con mayúscula la palabra arte, la palabra artista, la palabra obra, la palabra belleza, sobre todo la palabra belleza. Huye de todo lo que suene remotamente a literatura; la literatura es lo que nunca, ni siquiera remotamente, suena a literatura: suena sólo a verdad.
Quinto. Resérvate el miedo que tengas (y ya sé que tienes un miedo espantoso) para la vida, y destiérralo como sea en cuanto te sientes a escribir, para que aparezca entero y verdadero en tus libros, que son lo que de verdad eres. Recuerda que este oficio no es para cobardes, pero recuerda también que el valiente no ese el que no tiene miedo, sino el que tiene miedo y se aguanta y luego embiste y va a por todas.
Sexto. Escribe como si estuvieras muerto y recordaras o inventaras (da lo mismo) cuanto te ocurrió a ti o a otros, igual que si quisieras materializar un espejismo, igual que si contra toda evidencia te hubieras convencido de que, en el momento en que consigas materializarlo, lo que te ocurrió a ti o a otros se volverá más real que lo real, que a fin de cuentas no es nada. Recuerda, por cierto, que no hay nada más importante que la literatura, excepto la vida.
Séptimo. Cultiva tus obsesiones, tus vicios, tu locura y, con moderación, tu cordura; cultiva tus perplejidades, tus pasiones (las altas y las bajas, sobre todo las bajas), tu gusto intransferible (el bueno y el malo, sobre todo el malo), y no olvides reírte con alegre fiereza de ti mismo. Recuerda que tus defectos son también tus virtudes: ni harto de vino rechaces un elogio, porque -esto no lo dijo Michael Corleone, sino La Rochefocauld, pero para el caso es lo mismo- quien rechaza un elogio es porque quiere dos. Y, sobre todo, por nada del mundo te resignes a sentir envidia de un colega o a hablar mal de él: es una confesión de inferioridad.
Octavo. Léelo todo, relee sólo lo más íntimo (pero relee mucho), escribe lo que te salga de las entrañas -por decirlo con una palabra distinguida-, y publica sólo lo que no puedas no publicar. A menos que hayas decidido suicidarte o te hayas perdido por completo el respeto a ti mismo o los acreedores te amenacen con la cárcel o el potro de tortura, no tengas prisa por publicar.
Noveno. Si escribes con ordenador, hazme caso y presiona de vez en cuando el icono Guardar, y no escatimes en copias de seguridad: más que nada para ahorrarte hacer el mamarracho ante ti mismo con la imaginación masoquista y vilmente halagadora de que acabas de perder para siempre la frase o el párrafo o la página que te iba a justificar; si escribes a mano, tienes una posibilidad menos de hacer el mamarracho, así que es preferible que escribas a mano. Este mandamiento es el penúltimo, pero debería ser el segundo.
Décimo. Recuerda (este mandamiento es el último, pero debería ser el primero) no hacer caso jamás de ningún decálogo. Empezando por éste y acabando por el que tú mismo establezcas el día que un periódico decida que eres un escritor de éxito y te entreviste para que improvises un decálogo del escritor de éxito.
ABRO A LA MAÑANA... Pier Paolo Pasolini
Beryl Markham
Marilyn Manson
Ayer fui a ver el concierto que Marilyn Manson dio en Madrid y, obviando el hecho de que duró apenas hora y media y de que se marchó sin despedirse dejándonos a todos un poco desconcertados y con cara de tontos, he de decir que fue un espectáculo genial. Algunos dicen que ya no es lo que era, que ya no "da miedo". Puede ser. Supongo que está en su derecho y quizá ya no le interesa tanto asustar al personal como demostrar que es un gran cantante, más allá de su imagen desafiante. Quizá ha decidido que ha llegado el momento de prestarle más atención al contenido que a la forma, algo que, teniendo en cuenta los tiempos que corren, abonados sin remedio a la banalidad, puede resultar incluso más trasgresor que una caracterización grotesca. Aún así el show no estuvo exento de parafernalia gótica y de alguna que otra provocación como la quema de una Biblia encaramado en un púlpito, pero lo que realmente queda es la energía que transmite, su voz y su figura imponente llenando el escenario.
RHCP Venice Queen: Live at Slane Castle
Hace poco os comenté que un amigo me había regalado el dvd "Live at Slane" de Red Hot Chili Peppers. Ese mismo amigo me ha otorgado la (muy respetada por él) categoría de "friki", eso sí, no soy una friki en el más amplio sentido de la palabra porque según él, para eso todavía me queda mucho: de momento (y siempre según él) sólo soy una "friki de John Frusciante". En fin, que sí, que creo que tiene razón (y esto a mi edad no puede ser nada bueno). Aquí os dejo la interpretación que hicieron en ese concierto de "Venice Queen", uno de mis temas favoritos de los Red Hot Chili Peppers.
Barbapapa
Hace un par de años, en una librería de París, encontré los libros de la familia Barbapapa, que fueron mis favoritos durante mi niñez. Nunca tuve uno que fuera mío, pero los leí tantas veces en la biblioteca de mi pueblo que cuando los abrí en aquella librería parisina no me sorprendí demasiado al comprobar que todavía recordaba las historias y muchos de los detalles de las ilustraciones. Compré dos, en francés, no pude resistirme; de vez en cuando me gusta ojearlos y hay veces en las que siento una especie de vértigo cuando, a través de esos personajes, parece que pudiera regresar a la biblioteca de la Plaza Esperanza, con la bibliotecaria Pilar y su gesto adusto mandándonos callar incluso cuando no abríamos la boca, y aquel olor pesado, como de humedad y polvo y tinta y sudor. Y aunque la infancia nunca me ha parecido ese lugar precioso al que regresar, un viajecito relámpago de vez en cuando no está tan mal.
Hannah y sus hermanas: Nadie, ni siquiera la lluvia...
Esta es mi película favorita de Woody Allen. Quizá lo sea porque , de su filmografía, es la primera que vi hace un millón de años ya, no lo sé. Lo que sé es que me gusta el humor que en ella exhibe, pero sobre todo me gusta su sensibilidad. Y ésta es, sin duda, mi escena favorita. Nobody, not even the rain has such small hands (nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas).
La velocidad de la luz, de Javier Cercas
Postales
Auster, Frusciante, Baricco, Grohl y The Jam
Ayer fue un gran día. Por la tarde recibí un paquete de mi amigo Pelayo con la novela gráfica que Paul Karasik y David Mazzucchelli hicieron basada en Ciudad de cristal, una de las novelas que forma parte de La trilogía de N.Y., de Paul Auster, eso sí, he de devolvérsela; pero el paquete también incluía,para mí, y sólo para mí, Seda de Alessandro Baricco y un libro-homenaje a Paul Auster elaborado por la Editorial Anagrama. Además, el dvd Skin and Bones de Foo Fighters y el dvd Live at Slane de Red Hot Chili Peppers, que habré visto unas cuatro veces en menos de veinticuatro horas, y es que no me canso de ver a mi adorado John Frusciante, cuatro, cuarenta y cuatrocientas veces.
Y por la noche fui con mi novio al concierto que The Jam dio en la Joy y que estuvo genial aunque un poco corto para mi gusto, apenas hora y media, que supo a poco, pero que disfrutamos como locos, a pesar de la ausencia de Paul Weller. Hicieron un repaso de sus clásicos dejándose aún así unos cuantos como That´s entertainment o Private Hell para mi disgusto (lo mismo me ocurrió con Moby hace un par de años, cuando pasó de tocar Extreme ways). En cualquier caso el concierto mereció la pena, por escuchar esas canciones en directo, por el ambiente que crearon y porque siempre me alegra comprobar que a pesar del paso de los años, el aumento de responsabilidades, la alopecia, la flacidez carnal y la barriguita, hay gente que no resigna a deshacerse de todo aquello que en su juventud les hizo felices, y no lo digo por los Jam precisamente, a los que el escenario rejuvenece sin duda, sino por una parte muy grande del público que no se cansaba de corear las canciones, de saltar, aplaudir y sonreír, como si hubieran atrapado en un instante la esencia misma de su juventud. Y es que la música es así de generosa.
Madrid-Canadá
That´s entertainment - The Jam
http://es.youtube.com/watch?v=fqnuG2tnrzg
That´s entertainment – The Jam
A police car and a screaming siren
Pneumatic drill and ripped up concrete
A baby wailing and a stray dog howling
The screech of brakes and lamplights blinking
That´s entertainment
A smash of glass and the rumble of boots
An electric train and a ripped up phone booth
Paints splattered walls and the cry of a tom cat
Lights going out a kick the balls
That´s entertainment
Days of speed and slow time Mondays
Pissing down with rain on a boring Wednesday
Watching the news and not eating your tea
A freezing cold flat with damp on the walls
That´s entertainment
Waking up a six a.m. on a cool warm morning
Opening the window and breathing in petrol
An amateur band rehearsing in a nearby yard
Watching the tele and thinking about your holiday
That´s entertainment
Waking up from bad dreams and smoking cigarettes
Cuddling a warm girl and smelling stale perfume
A hot summer´s day and sticky black tarmac
Feeding ducks in the park and wishing you were far away
That´s entertainment
Two lovers kissing at the scream of midnight
Two lovers missing the tranquillity of solitude
Getting a cab and travelling on buses
Reading the grafitti about slashed seat affairs
Tha´t entertainment
Ofelia (John Everett Millais, 1851-2)
En las aguas profundas que acunan las estrellas, blanca y cándida,
Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente,
recostada en sus velos...
Arthur Rimbaud
Ofelia, de J. E. Millais se considera la obra más importante de los prerrafaelitas. Representa al personaje shakespearinano, una joven que supuestamente se suicidó lanzándose a las aguas debido a su amor no correspondido por el príncipe Hamlet y por el dolor que supuso la muerte de su padre a manos de su amado, y digo supuestamente, porque la escena del ahogamiento no aparece explícita en la obra, sino que sólo se conoce a través de las palabras de Gertrudis en el momento en el que le comunica la noticia a Laertes, hermano de Ofelia.
La muerte no me suele parecer algo romántico, y mucho menos el suicidio pero, por una de esas contradicciones que nos convierten en humanos, no puedo resistirme a la poesía que emana de esta obra, especialmente después de haber tenido la oportunidad de contemplarla, hace varios años ya, en una exposición organizada por la Fundación La Caixa.
No se trata de una obra de gran tamaño, sino de una pintura exquisita plagada de pequeños detalles que conforman un todo melancólico y delicado: el vestido que parece resistirse a desaparecer de la superficie, las aguas en calma, el rostro derrotado de Ofelia, las violetas alrededor de su cuello, que representan la desesperanza y la muerte temprana, la minuciosidad con la que la vegetación es tratada o las manos, que parecen exhibir su incapacidad para seguir adelante.
Ofelia, pobre infeliz, enloquecida tras el asesinato de su padre a manos de aquel que creía amar, el prícipe Hamlet.
La Abstracción del Paisaje (Del Romanticismo Nórdico al Expresionismo Abstracto)
1. Las estaciones del año. El invierno (Caspar David Friedrich, 1770-1840)
5. Sin título (Jackson Pollock, 1912-1956)
6. Sin título (Mark Rothko, 1903-1970)
La abstracción del paisaje (Del romanticismo nórdico al expresionismo abstracto). Este es el título de la exposición que se puede ver hasta el día 13 de enero de 2008 en la Fundación Juan March.
Georgia O´Keefe
He comenzado a escribir una novela
84, Charing Cross Road
Escocia
Brokeback Mountain
Girasoles
Hoy mi niño me ha regalado un sencillo ramo de girasoles, tan bonito que no puedo dejar de mirarlo. Él sabe cúanto me gustan los girasoles, cómo me gusta mirar los campos amarillos cuando vamos en el coche. Porque el amarillo es mi color; alguien me dijo que eso se debe a que soy Leo, signo de fuego, pero yo nunca he creído mucho en la astrología, (por no decir nada).
En fin, que no quisiera ponerme sensiblona ante mi escaso público; tú has visto mis ojos sonreír cuando has aparecido por la puerta.
Kafka en la orilla, de Haruki Murakami
La bendita soledad de una mujer en el paro
Puede que haya personas que sientan pavor ante la perspectiva de pasar tan sólo una tarde a solas consigo mismas, pero ese, afortunadamente, no es mi caso.
Mi propia compañía me resulta extremadamente agradable; conozco mis gustos y las diferentes formas de satisfacerlos; mis despistes, nunca delitos (ni faltas, por supuesto) me inspiran una tierna benevolencia, y si decido abandonar mi guarida, humilde depósito de mis tesoros en forma de libros y cds, no temo ir sola al cine, a un museo o sentarme en una cafetería ante una taza de té y una buena novela. Esto, sin duda, es una gran ventaja puesto que, si todo va bien, durante los próximos dos años (como mínimo), este país tendrá que abstenerse de contar conmigo, al menos en mi faceta productiva. Abrazo desde ya y sin remordimientos los placeres de la vida, tan huidizos durante los últimos meses, placeres sin toque de queda, sola la mayor parte supongo, y en buena compañía cuando las obligaciones de mis seres queridos se lo permitan. Soy una feliz mujer en el paro, tan feliz que ni el gesto torcido de mi abuela cuando le dije que había dejado mi trabajo fue capaz de desdibujar mi estado de placidez mental. Lo siento abuela, pero yo nunca me tragué eso de que el trabajo da la felicidad o proporciona dignidad. El dinero, esa es la clave, y por el momento tengo suficiente para cubrir mis necesidades básicas y darme algún que otro capricho. ¿Lo que vendrá después? Sinceramente, me importa un bledo.
Brooklyn Follies, de Paul Auster
Tales of a female nomad
Curtains- J.F.
Ôshima asintió.
-Por supuesto-dijo -. Eso sucede. Experimentamos algo y, como resultado, ocurre algo. Es una especie de reacción química. Luego nos examinamos a nosotros mismos y descubrimos que la gradación de todo lo que nos rodea ha ascendido un punto. Y que, a nuestro alrededor, el mundo se expande. Yo lo he experimentado. No sucede muy a menudo, pero a veces ocurre. Es como el amor."
The Warmth
Hoy me apetece dedicarle esta entrada a Brandon Boyd y no por su cara bonita, que lo es, sino por su voz, que lo es mucho más, porque es capaz de convertir un anodino viaje en metro en un viaje mental alucinante, de esos en los que notas que algo se ha roto dentro de tu cabeza, algo que no te molestarás en arreglar porque así te gusta más. ¿Alguien sabe de lo que estoy hablando? La solución, escuchando a Incubus. The warmth me gusta porque ya estoy en el otro lado, porque ya he dado el salto, porque si me apetece cerrar los ojos y volverme loca, lo haré, sin importarme si el viento resulta demasiado frío.
The Warmth
I'd like to close my eyes, go numb
But there's a cold wind coming from
The top of the highest high-rise today
It´s not a breeze ´cause it blows hard
Yes, and it wants me to discard
The humanity I know, watch the warmth blow away
So don't let the world bring you down
Not everyone here is that fucked up and cold
Remember why you came and while you're alive
Experience the warmth before you grow old
So do you think I should adhere
To that pressing new frontier
And leave in my wake, a trail of fear?
Should I hold my head up high
And throw a wrench and spokes by
leaving the air behind me clear?
So don't let the world bring you down
Not everyone here is that fucked up and cold
Remember why you came and while you're alive
Experience the warmth before you grow old
So don't let the world bring you down
Not everyone here is that fucked up and cold
Remember why you came and while you're alive
Experience the warmth before you grow old
Before you grow old
Y aquí tenéis el vídeo de la canción, que pertenece al DVD The morning view sessions.
http://es.youtube.com/watch?v=J0ZRvxDrOxo
Se acabó
El día 2 de agosto entregué la carta de baja voluntaria en mi trabajo. El día 17 de agosto seré una persona libre de nuevo.
Durante las últimas semanas una idea rondaba mi cabeza sin parar, no podía dejar de pensar que me estaba convirtiendo en lo que nunca quise ser: una contable atrapada en una rutina soporífera por el mero hecho de tener un buen sueldo, un sueldo que ya no era suficiente porque mi vida ya no era mi vida. Hasta hace nada ha estado bien, sobre todo por unas compañeras fantásticas a las que voy a echar mucho de menos, pero estos últimos meses han sido muy duros y me había metido de lleno en una dinámica que consistía en trabajar diez y doce horas al día y esperar como una demente a que llegara el fin de semana, durante el cual todas mis energías se evaporaban pensando en todo lo que iba a hacer y nunca hacía. Pero eso se acabó y no puedo evitar sonreír cada vez que lo pienso. Ahora tengo ante mí las fiestas de mi pueblo, un viaje de diez días por Escocia y, teniendo en cuenta los tiempos que corren, saturados de gente saturada, una indecente cantidad de tiempo libre. Mi prioridad es escribir una novela, y tras ella está el deseo de caminar por Madrid como si fuera una turista, visitando todos esos lugares para los que nunca encontraba un hueco. Tendré más tiempo para mis amigos, para leer sin parar, para ir al dentista, al ginecólogo, limpiar a fondo la cocina o ir a Tráfico a cambiar la dirección del coche, para tumbarme en el suelo de mi salón mientras escucho a John Frusciante, para ver todas las pelis de Eric Rhomer que todavía no he visto, para volver a estudiar francés..., y para pensar de nuevo, de verdad, por fin.
Sé que mucha gente pensará que soy una inconsciente por haber dejado un trabajo tan bien pagado que tampoco implicaba un gran desgaste físico, pero no me importa, porque es mi vida y porque, como dice mi padre, día que pasa no vuelve y yo ya no quería desperdiciar ni uno más de esos días. No tengo hipoteca, ni hijos, mantengo mi nivel de responsabilidad bajo mínimos (por razones de salud mental), así que creo que esta decisión que he tomado es casi una obligación, por todos aquellos a los que los tipos de interés y los precios de las guarderías les tienen cogidos por los huevos. Un saludo desde mi libertad.
The Smashing Pumpkins
Entretenimientos de verano
GUN -Taking on the world
Mentira Cochina
El pasado sábado se presentó en la Sala Clamores el libro que todos los años publica el Taller de Escritura. Su título es Mentira cochina y en él hay un relato escrito por una servidora titulado Música de fondo. Además tuve que escribir un pequeño discurso para leer durante la fiesta. La verdad es que me pasé una semana de los nervios por eso, por tener que hablar en público, pero al final todo salió bien. Este es el discurso:
"Se supone que debería haber escrito un texto pretendidamente gracioso para amenizar durante unos minutos esta noche tan especial. Pero es que hace un par de semanas mi curso terminó, un mes antes de lo previsto y de manera forzosa, puesto que me convertí en la única alumna. Como se suele decir, no hay mal que por bien no venga: de repente había encontrado el tema perfecto para hablar esta noche, podía lanzarme a ironizar sobre las excusas que a menudo utilizamos para no escribir, ya sabéis, el trabajo, que no me deja tiempo, que es la más socorrida, y cosas por el estilo. Pero tratando de construir un texto más o menos ingenioso, vi de que no avanzaba, y no avanzaba porque me había topado de frente con una fea conclusión: me di cuenta de que lo que nos aparta de las palabras es fundamentalmente el miedo, y el miedo no es divertido.
Quentin Bell escribió sobre su tía, Virginia Woolf, algo bastante significativo al respecto: “Sus novelas estaban muy cerca de sus propias fantasías y siempre fue consciente de que, para el mundo exterior, podían sencillamente parecer una locura. Su miedo a la burla despiadada del mundo contenía el temor más profundo de que su arte, y por consiguiente ella misma, fuera una suerte de impostura, el sueño de un idiota que no tiene valor para nadie.”
Me parece que no es muy difícil reconocerse en esas palabras. El miedo es demasiado fuerte, a veces viene en forma de revelación divina ante la que uno no tiene nada que hacer salvo echar a correr y pedir disculpas a los que te rodean por esta especie de locura que te retiene en un universo paralelo de palabras, jurando que no volverá a ocurrir. Pero una vez recuperados de los sudores y el dolor de estómago, del vértigo y los mareos, agachamos la cabeza y pedimos perdón de nuevo, esta vez a nosotros mismos, por no confiar en nuestras posibilidades como contadores de historias, por haber huido sin apenas intentarlo. Supongo que ahí está la clave, en tener miedo a todo menos a regresar."
Marruecos
Llegamos con nuestras mochilas al diminuto aeropuerto de Marrakech y, tras cambiar nuestros euros por Dirhams, salimos en busca de un taxi que nos llevara a nuestro hotel, que al estar situado en una de las estrechas callejuelas de la Medina, ni siquiera el taxista sabía cómo llevarnos hasta él. Tras consultar con varios colegas, por fin emprendimos la marcha. El hotel (Riad Nora), era un pequeño palacete de cuatro habitaciones con un precioso patio en el centro al que se accedía por una diminuta puerta que no hacía presagiar la belleza que nos esperaba en su interior.
La Medina de Marrakech no es muy grande y sus calles están atestadas de pequeños comercios de todo tipo, gente y motocicletas con las que tienes que tener un extremo cuidado para no acabar atropellado. El punto destacado es la plaza Djema el Fnaa, donde hay cientos de puestos de comidas, tatuadoras de henna, encantadores de serpientes, músicos y gente, mucha gente. Los restaurantes tienen amplias terrazas donde se puede degustar un delicioso cous-cous mientras disfrutas del espectáculo ajetreado que se desarrolla en la plaza.
La Koutubia, hermana gemela de la giralda de Sevilla, es otro punto clave de la ciudad. Al no ser musulmanes no pudimos visitar su interior, pero estuvimos sentados en los jardines que la rodean, disfrutando del sol y la agradable temperatura.
También visitamos las Tumbas Saadies, pertenecientes a la dinastía anterior a la de los alauitas, a la que pertenece el rey actual. Para llegar y disfrutar de sus jardines de naranjos, tuvimos que atravesar una tienda de artesanía.
Marrakech no es una ciudad monumental, no tiene muchos lugares que visitar, su encanto reside en las calles estrechas y en su gente, pausada y amable. Una mañana, paseando por los alrededores del Palacio Real, que tampoco se puede visitar, un hombre con su bebé en brazos, nos preguntó si necesitábamos ayuda y nos indicó qué lugares visitar. Seguimos hablando con él por las calles de la Kasbah hasta que llegó a su casa. Al ir a despedirnos nos invitó a tomar el té y aceptamos movidos por su amabilidad. Pasamos allí la mañana, tomando un delicioso té de menta, conversando en inglés y francés. Como recuerdo, nos hicimos unas fotos para las que nos prestó unas chilabas confeccionadas por su mujer, a la que no conocimos, a pesar de que fue ella la que nos preparó el té. Una agradable y sorprendente visita de la que nos llevamos un buen recuerdo.
Después de unos días en Marrakech decidimos contratar una excursión para cumplir uno de mis sueños: dormir en el desierto. Cruzamos el Atlas en un jeep conducido por un abuelo de aspecto despreocupado adicto a la velocidad. Hubo momentos en lo que pensé que no llegaría a cumplir los 32. Hicimos una parada el Ouarzazate, tras visitar una kasbah, una ciudad cuyos edificios están hechos de barro, que surge majestuosa en medio de la nada.
Llegamos a Zagora al anochecer y por el camino pudimos observar la mutación del paisaje (de las cumbres nevadas del Atlas a los oasis al aproximarnos al Sáhara), de la luz (del sol amable a la luz rosada del atardecer) y de la indumentaria de la gente, sobre todo de las mujeres que, cuanto más al sur, sus ropas estaban hechas de visillos negros bajo los que se adivinaban telas de vibrantes colores.
Al campamento del desierto llegamos ya de noche. Cenamos en una tienda hecha con mantas, la sopa más insulsa que he comido nunca y un delicioso tagine de pollo. Después disfrutamos de los cánticos de los nómadas al calor del fuego y más tarde nos fuimos a la cama, un colchón fino tirado en el suelo de otra tienda hecha con mantas. ¡Qué frío pasé! Eso es algo indescriptible. Tenía el rostro congelado y me dolía todo el cuerpo, pero ¿qué importa eso ahora comparado con la posibilidad de ver amanecer en el desierto, de disfrutar de esos colores que me ofreció el cielo? Tras desayunar a base de té, pan, mantequilla y mermelada, emprendimos el regreso a Zagora, pero esta vez en camello. Mi camello resultó ser una animal de lo más encantador y, aunque al principio iba un poco tensa, al final logré sentirme tan cómoda con el balanceo que hasta iba sin manos.
Regresamos a Marrakech encomendándonos a Alá para que las ansias de velocidad de Hussein no fueran impedimento para acabar la excursión felizmente.
Nuestra siguiente parada fue Essaouira, un pueblecito costero, antiguo reducto hippy, donde disfrutamos de una par de días de paz absoluta, paseando a orillas del mar, visitando las numerosas galerías de arte que hay (compré un cuadro de estilo naïf que me encanta contemplar cada mañana cuando me despierto), comiendo y bebiendo (nada de alcohol, claro).
Como conclusión decir que el marroquí es pausado y alegre, descuidado (cuando regresamos al hotel, exhaustos tras nuestra experiencia en el desierto, el director del hotel se había olvidado de nosotros, que éramos los únicos huéspedes aquella noche, y había cerrado el hotel. Tras la milagrosa aparición de una antigua trabajadora del hotel que contactó con él, vino luciendo una media sonrisa en la cara, como si fuera un niño travieso después de haber hecho una de las suyas) y un incondicional del trapicheo (antes de encontrar al taxista que definitivamente nos llevó a Essaouira, me peleé con otro y con su intermediario, dos personajes poco claros, en mitad de una plaza llena de hombres). Pero, sobre todo, es amable y hace que la visita a su país sea una auténtica delicia.
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ara la llum és blanca - Tras diez sesiones explorando todo tipo de técnicas de autoedición, libro de artista, pop-up, ingeniería de papel, encuadernación, escritura e ilustració...Hace 5 años
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