Sue Grafton
04 de actubre de 2011
Hace poco leí U de ultimátum; me reconfortó tanto leer la última aventura de la detective Kinsey Millhone que decidí regresar a donde todo comenzó, a la A de adulterio, el primer libro de la serie conocida como El alfabeto del crimen, de la autora Sue Grafton.
Me gusta Kinsey Millhone. No nos parecemos demasiado, pero intuyo que podríamos ser buenas amigas, si ella existiera y decidiera pasarse por mi barrio o a mí me diera por mudarme a California, claro.
Es desconfiada y cínica. Se corta el pelo ella misma con las tijeras de la manicura, siempre va en vaqueros y deportivas, y solo tiene un vestido negro que no se arruga (y que lo mismo lo utiliza para asistir a un funeral que a una fiesta de alto copete). Le gusta la comida basura, el vino blanco peleón y correr varios kilómetros cada mañana. Se ha divorciado dos veces y está medio enamorada de su casero, un octogenario que se dedica a hacer pan y a idear crucigramas para un periódico local. Aunque en la primera página del primer libro de la serie dice que tiene muchos amigos, en realidad es una mujer solitaria cuya vida social se reduce a los momentos de charla que comparte con su casero y con la dueña del restaurante al que acude a menudo, una húngara malhumorada de pelo rojo.
A pesar de que han pasado casi treinta años desde que apareciera
A de adulterio, la acción de los libros sigue transcurriendo en la década de los 80. Kinsey no tiene móvil ni ordenador; Internet no existe. Ni siquiera hay tests de ADN que ayuden a resolver crímenes. Kinsey se sirve de bibliotecas públicas y registros municipales para recabar información, y de un servicio mensafónico para mantenerse en contacto con el mundo mientras ella anda de un lado para otro persiguiendo a los malos. Todo muy rudimentario y encantador.
Parece que
V is for vengeance está a punto de ser publicado en Estados Unidos. Sólo espero que a Sue Grafton le dé tiempo a repasar el abecedario porque, aunque Kinsey Millhone apenas haya envejecido cinco años en las últimas tres décadas, la autora ya ha superado los setenta. Le deseo toda la salud del mundo.