Mi Paco siempre ha tenido alma de jardinero; lo que nunca ha tenido es un jardín. Hasta ahora ha tenido que conformarse con unas cuantas macetas a las que, amablemente, me sugería que no me acercara (él conoce mi habilidad para cargarme todo tipo de flores y plantas por exceso o defecto de agua; ¡es que nunca acierto!). Después de ver cómo yo disecaba una planta de romero, decidió que había llegado la hora de ponerse serio, y ahora en nuestra diminuta terraza hay dos jardineras con semillas de cebollino, albahaca, tomillo y tomate a las que tengo prohibido acercarme; sólo puedo mirar y eso es lo que hago: mirar y mirar, pero ahí no brotaba nada...¡hasta ayer! Unas diminutas hojitas de albahaca y unos tallos de cebollino liliputienses aparecieron para nuestra alegría y regocijo. Yo, por supuesto, no podré acercarme a ellos hasta que llegue el momento de la "cosecha" y los pueda utilizar para cocinar. ¿A que son una monada? Bueno, menos el pobre romero, que da penita verlo. Ahora sólo queda esperar al tomillo y al tomate, aunque no sé, me da que de esa jardinera no va a brotar nada. Y juro que yo ni me he acercado.
Fotografías: Ainhoa