Murakami, las palabras y el jazz

Ayer leí un artículo escrito por Haruki Murakami titulado Mensajero del jazz. En él cuenta que hasta los veintinueve años no tuvo intención de convertirse en novelista por el simple hecho de que nunca creyó tener talento para crear ficción y mucho menos para escribir algo que estuviera a la altura de las obras escritas por Dostoievski, Kafka o Balzac, los autores que más admiraba.
Decidió seguir leyendo como afición y abrir un pequeño club de jazz en Tokio para ganarse la vida.
El jazz es su otra gran pasión desde que en mil novecientos sesenta y cuatro, cuando tenía quince años, asistiera en Kobe a una actuación de Art Blakey and The Jazz Messengers y saliera de ella absolutamente fascinado.
Cuando cumplió veintinueve años dice que le “invadió una repentina sensación, salida de la nada, de que quería escribir una novela.” Ya no importaba que no pudiera estar a la altura de Dostoievski, Kafka o Balzac, simplemente quería escribir.
Sin experiencia, ni profesores, ni estilo, ni nadie con quien hablar de ello, sólo pensaba en “lo maravilloso que sería escribir como si tocara un instrumento.”
Sentía que “una especie de música propia se arremolinaba en una marea rica y poderosa. Me preguntaba si me sería posible transferir esa música a la escritura. Ahí arrancó mi estilo.”
A continuación Murakami nos dice que tanto en la música como en la literatura, lo más elemental es el ritmo, cuya importancia conoció gracias al jazz. Después viene la melodía, “la colocación adecuada de las palabras para que sigan el ritmo.” Luego vendría la armonía, “los sonidos mentales internos en los que se sustentan las palabras” y por último la parte que, según confiesa, es la que más le gusta: la improvisación libre, “lo único que tengo que hacer es dejarme llevar”. Y después, claro está, llega “ese subidón que experimentas al completar una obra, al finalizar tu actuación, y sentir que has conseguido llegar a ese lugar que es nuevo y revelador”.
Confiesa que sigue aprendiendo mucho sobre su oficio de escritor gracias a la buena música y que su estilo se alimenta tanto de los riffs de Charlie Parker como de la elegante fluidez de la prosa de F. Scott Fitzgerald, sin olvidar la cualidad de constante renovación de la música de Miles Davis.
Tomando como referencia algo que en su día dijo Thelonious Monk, uno de los más importantes pianistas de jazz (“Si te fijas en el teclado, todas las notas están ahí. Pero sin deseas expresar esa nota lo suficiente, sonará distinta”), Murakami piensa que, efectivamente, “no existen palabras nuevas. Nuestra labor consiste en infundir nuevos significados y matices especiales a palabras del todo corrientes. Esa idea me resulta tranquilizadora.”
A usted, Sr. Murakami, y creo que a todos los que hemos decidido dedicar parte de nuestra vida a inventar historias.

(Artículo de referencia: The jazz Messenger. The New York Times Book Review. Traducción de News Clips)

 

posted by Ainhoa on 12:17 p. m. under

3 comentarios:

Alhada dijo...

¡Murakami! ¡Ah! Otra de esas cosas que me enseñó Caballito. . .¿Ves porqué era tan especial? Menos mal que te sigo teniendo a tí para que me descubras libros, pelis, música. . .Por cierto, me voy a Buenos Aires y puede que a Nueva York también, así que no nos vemos hasta Marzo, espero que en la cena de Quintos. Besos!!!

Ainhoa dijo...

Por si no fuera suficiente con Buenos Aires, ¿a N.Y. también? ¡Qué envidia! Espero que te lo pases muy bien. Ojalá puedas venir a la cena de quintos. La Wendolini me ha confirmado que Mari, Raquel, Natalia, ella y yo ya estamos apuntadas; sólo faltas tú.
Cuando vuelvas de tu periplo por el mundo, házmelo saber, ¿vale?
Un besazo y lo dicho, pásalo bien.

Pau Llanes dijo...

Hola, Ainhoa... hace días que no te leía... disfruté ahora de ti... Acabo de subir un texto sobre la poligamia, no sé si es el más idóneo a tres días de San Valentín, pero... jajajaja... bueno, que me gusta que me merodees... y me digas cositas de vez en cuando... (ah... te he puesto entre mis favoritas)... saludos... pau

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